En las primeras horas de la mañana,
cuando, receloso, el sol aparece,
y la luna, huidiza, se acuesta,
de mis venas el clamor de la batalla emana.
Se forma el frente raudo como el viento,
ante la gran muralla inexpugnable,
y, caminando, con paso lento,
el crepitar de mil tambores siento.
Con cien escalas se hace cumbre en el gran muro,
abarrotado de centinelas a cada paso,
y, en la gran llanura con cielo raso,
comienza la batalla con un destino oscuro.
Ante el asedio de mil ataques,
la muralla al fin se desploma,
y, agujereando, cual carcoma,
me abro paso entre tanto cadaver.
Pero, con gran asombro,
ante mi se levanta la gran puerta herrada,
que me impide, entre tanto escombro,
tomar la ciudad de Granada.
cuando, receloso, el sol aparece,
y la luna, huidiza, se acuesta,
de mis venas el clamor de la batalla emana.
Se forma el frente raudo como el viento,
ante la gran muralla inexpugnable,
y, caminando, con paso lento,
el crepitar de mil tambores siento.
Con cien escalas se hace cumbre en el gran muro,
abarrotado de centinelas a cada paso,
y, en la gran llanura con cielo raso,
comienza la batalla con un destino oscuro.
Ante el asedio de mil ataques,
la muralla al fin se desploma,
y, agujereando, cual carcoma,
me abro paso entre tanto cadaver.
Pero, con gran asombro,
ante mi se levanta la gran puerta herrada,
que me impide, entre tanto escombro,
tomar la ciudad de Granada.